¿Te imaginas cómo sería tu vida si decidieses vivir en mitad de los bosques de Alaska para siempre? ¿O si dejaras tu ciudad para pasar tus horas en una cabaña al norte de Finlandia? Idealizaciones de la vida rural aparte, para la mayoría de nosotros sería un cambio tan drástico que tendríamos que reaprender a sobrevivir en un medio que nos es ajeno debido a la proliferación de los núcleos urbanos.
Y es que en la realidad de la sociedad occidental del siglo XXI nos encontramos con personas que pueden vivir meses o incluso años sin tocar tierra, en el sentido literal de la palabra. Todo lo que sus pies sienten en su día a día es asfalto y quizá el césped autorregado de algún parque urbano. La realidad de este siglo es que estamos construyendo moles de cemento de las que casi no salimos y cada vez vivimos más desconectados de nuestro medio original. Ese es el punto de partida del proyecto “No signal” (Sin señal) del fotógrafo francés Brice Portolano, en el que documenta la vuelta a la naturaleza de hombres y mujeres occidentales.
En las fotografías, de una belleza que hipnotiza, Portolano refleja la vida en la naturaleza tal y como es: dura, difícil, pero hermosa. La naturaleza es la cómplice, la compañera y a veces la enemiga de esas personas que la han elegido como telón de fondo de sus días.
Como Tinja, una finlandesa nacida en Laponia que,tras estudiar biología en una ciudad del sur del país, decidió volver a su casa natal (situada a 290 km del primer núcleo urbano) para dedicarse a la crianza de perros para llevar trineos.
La casa de Tinja no tiene acceso a luz ni agua, por lo que utiliza velas para iluminar las estancias y todos los días se tiene que acercar al lago a picar el hielo y recoger agua fresca con un cubo. Por lo demás, usa una estufa de leña para cocinar y calentar la cabaña, algo muy necesario en un clima que en invierno puede alcanzar los -40 grados.
“Me gusta estar sola con mis perros y caballos. Creo que la soledad es el estilo de vida más tranquilo que existe. Todo esto ha venido por mi amor por los animales, no creé un negocio de tira de trineos por razones comerciales. Todo es por mi propio amor por la naturaleza y por vivir ahí afuera en lo salvaje”.
Otra de las personas que nos encontramos en el ensayo fotográfico de Portolano es Jerry, un antiguo agente inmobiliario de Michigan que, después de pasar un mal momento en el trabajo, decidió establecerse en el sudeste de Alaska. Allí vive en una pequeña cabaña sin luz ni agua donde dedica sus horas a criar marisco, además de cazar, pescar y otras tareas que le ayudan a subsistir.
La ciudad más próxima está a un día de viaje en barco, por lo que Jerry suele ir sólo unas pocas veces al año para comprar provisiones, ir a un buffet libre y darse una buena ducha caliente.
“Dejé una vida absurda para ser libre, trabajar para mí mismo y vivir en la naturaleza salvaje. La gente piensa que soy afortunado, pero cualquiera podría venir a vivir aquí. Sólo tienes que estar dispuesto a trabajar para poder quedarte“.
Ben y Katherine también han vuelto a la naturaleza a su manera, a pesar de vivir en un entorno urbano. Hartos de la industria alimentaria americana y de no saber nunca qué estaban comiendo, decidieron ser autosuficientes criando sus propios animales, plantando un huerto, cuidando de árboles frutales y elaborando su propia sidra, cerveza y vino para autoabastecerse.
Después de un tiempo siguiendo ese modo de vida, Ben decidió ir un paso más allá y comenzó a cazar su propia carne, principalmente de alce. Para ello, todos los otoños se retira a los montes de Utah con su caballo, donde pasa una semana aprovisionándose hasta el año siguiente.
El ensayo de Ben y Katherine me parece el más interesante porque, aunque generalmente no nos gusta (o por lo menos a mí no me gusta) ver escenas de caza o de despiece, abre un debate muy sustancioso en términos de sostenibilidad que va mucho más allá del vegetarianismo o el veganismo: ¿es hipócrita estar en contra de la caza para autoconsumo pero comprar carne en la carnicería porque así no vemos por lo que pasa el animal? ¿es más sostenible la caza que la agricultura extensiva siempre que sea para autoconsumo? ¿consumiríamos menos carne si tuviéramos que cazarla? ¿o abriría una veda que llevaría a la extinción acelerada de ciertas especies? Me encantaría que dejaras tu opinión en los comentarios.
Aparte de este debate, lo cierto es que “No Signal” es un retrato fiel de otro modo de vida que está sucediendo aquí y ahora, mientras lees este artículo. Y además de eso, esta serie de fotografía me parece muy valiosa porque para querer cuidar de la naturaleza, es necesario entenderla, y para entenderla es muy importante conocerla. Por supuesto no digo que nos vayamos todos a vivir al bosque porque sería insostenible, pero creo que hace falta hacernos reflexionar sobre nuestro papel en este mundo y nuestra relación con la naturaleza, y este ensayo lo consigue. Como dice Portolano en esta entrevista:
“Encontré que la naturaleza tiene un profundo efecto positivo en los humanos tanto a nivel mental como físico. Tener que encarar la fuerza de los elementos tiende a hacer a la gente más humilde y nos pone en nuestro lugar como humanos. No hay mejor lección de humildad que ver a una ballena saltar justo en frente de ti o tener que arreglártelas con tiempo impredecible en las montañas”.
Puedes ver todas las fotografías del proyecto “No Signal” en la web de Brice Portolano
P.D. Y tú ¿crees que podrías cambiar tan drásticamente de modo de vida?
MÁS SOBRE VIDA EN LA NATURALEZA
Las tres películas sobre la vida en la naturaleza que no te puedes perder
Senderismo responsable: cómo disfrutar de la naturaleza sin dañarla
Soñando despiertos, ¿vivirías en una de estas cabañas?
¿Te irías a vivir al bosque con tus amigos? Estos jóvenes ya lo han hecho (y éste es el resultado)
10 frases de Thoreau sobre vida simple que no creerás que se escribieron hace 150 años