Primero el equilibrio de los aceites utilizados: si queremos conseguir un jabón duro elegiremos aceites con un índice de dureza mayor. Podemos ver la comparativa en la página comparativa de aceites según su composición. Los aceites con un índice más duro son por regla general los que poseen más grasas saturadas. Entre los primeros están las ceras (abeja y carnaúba), el ácido esteárico o estearina, la manteca de cacao… etc.
Y por otro lado existe un elemento muy común, barato y accesible que podremos agregar y que proporcionará a la pastilla más dureza, solidificará más rápido (con lo que se podría desmoldar antes y más fácilmente) y además hará que aumente el acondicionado. Este ingrediente es la sal común.
¿En qué medida?
Dosis: agregar un máximo de un 5% del peso total de los aceites. Es decir, una cucharadita por cada kilo de aceite.
¿Cómo se añade?
En el agua de la lejía y antes de echar la sosa. Para ello apartaremos un poco de agua del total de la receta, la calentaremos, añadiremos la sal y removeremos hasta que se haya disuelto. Cuando no haya rastro de ella la mezclaremos con el resto del agua y ya podemos añadir la sosa y seguir con el procedimiento habitual.
Si además de conseguir una pastilla de jabón dura y con un mayor acondicionado queréis sumarle propiedades podéis recurrir a un tipo de sal rica en minerales como pueden ser las sales del mar muerto, la sal del Himalaya o la sal negra hindú.
Aquí podéis leer una receta dónde agregamos sal para obtener una pastilla más dura y el resultado fue genial: jabón de aceite de oliva y coco.