El cuerpo es sabio y modifica la alimentación en el embarazo
Aunque este es un blog, básicamente, de moda sostenible, sí que es cierto que en ocasiones me gusta salirme del tema y hablar, más allá de la ropa, de mi estilo de vida; un estilo de vida que, como en la ropa, persigue la filosofía slow, el consumo de proximidad y el ser y el estar por encima del tener. Eso sí, sin fanatismos, extremismos ni obsesiones, comportamientos que ya sabéis que rechazo. Por ello, y porque varias personas me lo estáis preguntando últimamente, hoy me apetece hablar de mi alimentación (más o menos slow) y, en concreto, de cómo el embarazo me ha hecho tomar conciencia de ella y, creo, mejorarla.
Y es que aunque desde hace años procuro comer de una manera que, a mi entender, es saludable y relativamente sostenible, desde que estoy embarazada he visto como mi cuerpo ha tomado vida propia y ha decidido manifestarse cada vez que he ingerido algo que no le gustaba. De la misma manera, me ha hecho abalanzarme sobre ciertos alimentos de manera compulsiva buscando aquellos nutrientes que me han hecho falta en cada etapa del embarazo. He aprovechado la situación para tomar conciencia de ello y hoy me apetece ponerlo por escrito, ya que, más allá del embarazo, creo que la mayoría de conclusiones a las que he llegado son válidas para cualquiera de nosotros, estemos o no embarazados.
1. Los alimentos procesados, definitivamente, no son buenos
Seguramente ésta es la principal conclusión que a lo largo de estos meses me ha dado mi cuerpo. Y es que aunque estoy teniendo un embarazo maravilloso (¡toco madera!), sólo hay una cosa que me lo hace pasar mal, y es las quejas de mi estómago a través de los famosos reflujos y ardores, cuando como algo medianamente procesado. Y no estoy hablando únicamente de bollería, si no de cualquier producto preparado listo para su consumo, muy especialmente los platos preparados, por más caseros que vengan disfrazados. Desde que los he eliminado de mi dieta que me encuentro súper. No creo que los vuelva a comer a menos que sea estrictamente imprescindible. Y tu, ¿comes platos preparados a menudo? ¿Cómo te sientan?
2. Abajo los fritos y el azúcar refinado
Cremadet pastelería Escribà, una tentación difícil de evitar… (imagen cortesía de Sr. Boca)
También como consecuencia del ardor de estómago, he eliminando de mi dieta las frituras, algo que tampoco consumía en exceso pero que ahora he dejado totalmente de lado. En su lugar, he aumentado el uso del horno y, la verdad, es que creo que es un hábito que voy a mantener. También el azúcar refinado ha mermado (bastante) de mi dieta. Ya hace muchos años que en lugar de azúcar uso panela de EquiMercado-Comercio Justo, que sigue siendo un derivado de la caña de azúcar pero que no está refinado. Ahora he dado un paso más y estoy intentando sacar de mi dieta cualquier producto que incluya azúcar añadido, puesto que sienta fatal. Aún así, tengo que confesar que de vez en cuando cae un flan de queso, un chocolate con nata o un cremadet de la pastelería Escribà (casi imposible resistirse….)
3. Fruta entre horas y a todas horas
Siempre he tenido problemas para comer fruta porque, aunque me gusta mucho, nunca encontraba el momento para ingerirla. Después de las comidas, que es cuando en mi casa tradicionalmente se toma, a mí siempre me ha sentado fatal. Y cuando me apetecía, a media mañana o media tarde, nunca tenía una pieza de fruta cerca, con lo que dejaba pasar la ocasión. Desde que estoy embarazada que a todas horas (excepto después de las comidas) me apetece tomar fruta, con lo que me he acostumbrado a llevar una pieza en el bolso o, en su defecto, a pararme en una frutería para comprar algo. Por cierto, las frutas estrella de estos meses están siendo el mango, el plátano, el aguacate, las mandarinas, las manzanas al horno y, en primerísima posición, ¡la piña! Ya sé que algunos de ellos han tenido que atravesar medio planeta para llegar a mi plato, y que eso no es muy sostenible, pero de momento mi cuerpo me lo pide así…
4. Las legumbres ganan muchas posiciones en mi particular pirámide
Imagen de legumbres a granel de Casa Ramona, donde habitualmente compro estos productos
Siempre me han gustado las legumbres, todas, pero no sé por qué, nunca he sido aficionada a cocinarlas, con lo que hasta la fecha estaban en mi dieta como acompañamiento de algún plato y, básicamente, procedían de un tarro de cristal… Hace meses que no compro legumbres si no son secas o bien cocinadas a granel. Y me he aficionado sobre todo a las lentejas, que las hago con verduras, arroz y quinoa y un chorrito de limón para absorber mejor el hierro.
5. Carne sí, pero la justa…
Deseando volver al Matsuri para comerme unos bare de salmón… Sí, ya sé que no es muy sostenible, pero son mi perdición, y me apetecen mucho más que la carne…
En mi dieta siempre ha habido lugar para la carne, me gusta y creo que me sienta bien. Aún así, es cierto que desde que estoy embarazada creo que inconscientemente estoy buscando las proteínas en otros alimentos, como el pescado. Supongo que también influye el hecho de que la carne me gusta poco hecha y es algo que tengo totalmente prohibido porque no he pasado las toxoplasmosis, una enfermedad que trasmite un parásito al que le gusta alojarse en algunos alimentos crudos, entre otros sitios. De lo que sí estoy contenta, gracias a este parásito, es que he apartado de mi dieta, totalmente, los embutidos que, aunque me chiflan, sí que soy bastante consciente de que nunca me han hecho demasiado bien… A ver si tras el parto puedo seguir manteniéndolos a raya. A todos, menos al jamón de jabugo, al que estoy deseando hincar el diente (junto al sushi, mi pecado confesable, que también estoy evitando estos meses por ser crudo…).
6. Comer poco y a menudo
Un buen bol de fruta y muesli en La desayunería para empezar bien el día
Aunque todos los nutricionistas lo llevan diciendo desde hace años, me ha hecho falta este embarazo para corroborar que lo mejor que me sienta es comer cinco o seis veces al día pero sin pasarse y, siempre respetando la escala de Desayunar como un rey, comer como un príncipe y cenar como un mendigo. Entre uno y otro como un par de veces o tres más (una fruta, un yogurt natural) y me sienta requetebién.
7. El poder del agua
Botella reutilizable de acero inoxidable de Klean Kanteen para la Ecocosmopolita
Dejo en última posición este hábito que no he adquiero en el embarazo puesto que, desde siempre, he bebido mucho agua y ahora lo sigo haciendo más o menos con la misma intensidad. Creo que siempre me ha sentado requetebién y desde aquí te animo a llevar siempre encima un botellín lleno de agua para ir bebiendo de manera continua. La verdad es que soy un poco desastre con este tema de los botellines, ya que soy de las que sigue yendo con la botella de plástico arriba y abajo… ¡muy mal! Por ello, y aunque tengo que confesarte que yo todavía no la he probado y que no me llevo ninguna comisión (jeje), te animo a darle un vistazo a la botella reutilizable de acero inoxidable de Klean Kanteen, que la Ecocosmopolita acaba de introducir en su tienda online y que me han dicho que va fenomenal.
Naturalmente, en mi dieta hay otros alimentos que aquí no menciono porque su consumo no ha variado para nada desde antes de estar embarazada, como el de verduras, que siempre están presentes en mis platos; los huevos, que tomo una o dos veces a la semana; o los cereales integrales, ya sean en forma de arroz, cuscús, pasta o pan.
¿Qué te parecen mis nuevos hábitos alimenticios? El cuerpo es sabio, ¿verdad? No sé cómo me voy a quedar tras el parto ni cuanto me va a costar recuperar mi figura, pero sí tengo que decir que seguir estos hábitos hace que, a siete meses pasados de embarazo, me encuentre fenomenal y tenga la energía a tope. Supongo que algo tendrá que ver. Y tú, ¿qué hábitos alimenticios saludables sigues que crees pueden ser útiles para todos los que estamos por aquí?
Gracias por leerme y ¡feliz semana!
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