Pocos cambios he hecho en mi vida que hayan sido tan significativos, tan radicales (en todo el buen sentido de la palabra) y tan satisfactorios como mi cambio en la alimentación.
Pasé de ser una persona con todas las mañas gastronómicas posibles (pregúntale a mi mamá y a mi abuela), que sólo comía carne, arroz y papas (comía más cosas, obvio, pero realmente mi alimentación era cualquier cosa menos variada), cuyas meriendas consistían en “chitos” y bebidas gaseosas y que lo único que sabía hacer en la cocina era calentar una arepa, a ser una persona que come de todo*, que tiene una cocina llena de especias, semillas, frutos secos, diferentes tipos de harina y granos y leguminosas de todos los tamaños y colores, y que disfruta cocinando y probando recetas de todo tipo. Y sí, también una persona que casi siempre toma meriendas hechas en casa (o al menos de fabricación local y más artesanal), nutritivas y sin empaques. Las vueltas que da la vida.
* Esto puede parecer contradictorio, que haya pasado de una alimentación “omnívora” a una alimentación vegana (que mucha gente percibe como una alimentación muy restrictiva) y ahora afirme que como “de todo”… pero es así. La alimentación vegana me trajo el descubrimiento de ingredientes y preparaciones que antes ni se me cruzaban por la cabeza, y que ni siquiera sabía que existían. Así que —a pesar de que puede sonar contradictorio— es ahora cuando siento que como de todo… y ese “todo” no incluye productos de origen animal, y precisamente por eso me parece que es todo lo que quiero y todo lo que necesitan mi cuerpo y mi corazón
Eso no pasó de un día para otro, obvio. Ha sido un proceso que empezó hace más o menos 9 años (cuando empecé a vivir sola), y que ha ido evolucionando con diferentes niveles de intensidad, según el lugar en el que estoy y los otros temas que van capturando mi atención en cada mini-etapa de la vida. En ese proceso, además, me he dado cuenta de que preparar en casa cosas como galletas, mantequilla de maní y mermelada, no sólo me ha servido para re-conectar con mi alimentación, con el cuidado de mí misma y con otra cara de la creatividad, sino que me ha permitido reducir un montón la basura que genero. Mejor dicho: ganancias por todas partes.
Lo de la creatividad no es un asunto menor: en el proceso de cambiar mi alimentación, necesariamente me tuve que empezar a preguntar muchas cosas que nunca antes me había preguntado, y a probar cosas que nunca había probado. Ahí está la raíz de la creatividad, en la curiosidad y la experimentación, ¿no?. Hace 10 años, por ejemplo, me moría de pereza de hacer unas galletas en casa, pero me encantaba comer galletas. Ahora me sigue encantando comer galletas, y —aunque no siempre las hago en casa— disfruto muchísimo el proceso de prepararlas, probar variaciones, añadir nuevos ingredientes, etc.
Esta receta de granola, por ejemplo, es inspirada en una receta de Minimalist Baker (una chica que tiene un blog de cocina increíble, quiero llamarla por teléfono y ponerle canciones para agradecerle todas las deliciosas recetas que ha traído a mi vida), con algunos cambios en los ingredientes, que he descubierto que me funcionan muy bien, porque se adaptan mejor a las cosas que suelo tener en casa. La primera vez que la hice seguí las instrucciones casi casi al pie de la letra, pero a medida que he ido tomándole confianza a la receta me he dado cuenta de que muchos de los ingredientes son “negociables”, y ahora, de hecho, creo que no sigo una receta “oficial” sino que voy ajustando según lo que tengo a la mano. Esas son mis recetas favoritas: flexibles, sencillas y personalizables.
Esta receta en particular es nutritiva, crocante, sabrosa, con un sabor sutil a pan de banano y súper aromática. Si prefieres las cosas más dulces, puedes añadir más panela. Si no tienes panela, puedes usar azúcar o miel de maple. Si no tienes aceite de coco, puedes usar otro aceite vegetal de sabor suave. En fin. Te invito a que pruebes la receta al pie de la letra, o a que experimentes con la idea y me cuentes tus ajustes en los comentarios :-)
Ingredientes:
2 tazas de avena en hojuelas
1/2 taza con un mix de tus nueces, frutos secos y/o semillas favoritas (yo a esta receta le puse nueces de Brasil, marañones y ajonjolí, pero puedes usar lo que tengas a la mano)
1/2 cucharadita de canela
Una pizca de sal
1 banano maduro
3 cucharadas de panela
2 cucharadas de linaza molida
2 cucharadas de aceite de coco
Instrucciones:
1. Organiza todos los ingredientes para tenerlos a la mano, y precalienta el horno a 350ºF. La mezcla se hace muy rápidamente, vas a ver. Por eso hay que preparar el horno desde ya.
2. Mezcla la la primera fase de ingredientes: avena, panela, mix de nueces canela y sal. Revuelve con ganas para que todos los ingredientes se integren bien.
3. Haz puré con el banano. Puedes usar un tenedor, como se ve en la foto. Es normal que queden pequeños grumos, pero la idea es que el puré quede tan suave y uniforme como sea posible.
4. Mezcla el puré con los ingredientes que faltan de la segunda fase: aceite de coco, linaza molida y panela. De nuevo revuelve muy bien para que la mezcla quede homogénea.
Aquí está el secreto de esta receta: hay una fase seca y una fase húmeda y “viscosa”, que le da la textura final a la granola. Si usas un banano más grande una vez, y otro más chico otra vez, notarás que la textura de la granola cambia un poco… así que también es importante que tengas eso en cuenta si vas a personalizar la receta.
5. Ahora júntalo todo. Vierte la mezcla líquida (la que resulta del puré de banano) sobre los ingredientes secos (la avena, mix de nueces, etc.) y revuelve MUY bien para que la humedad quede bien distribuida.
6. Pasa la mezcla a una badeja y hornea durante 25 minutos. Te recomiendo que más o menos en la mitad del proceso, abras el horno y mezcles un poco la granola en la bandeja, para que se hornee de manera más uniforme. Y, en general, que estés atenta/o a lo que va pasando en el horno, porque puede ser que en el tuyo requiera menos tiempo… ¡y no queremos que se queme!
7. Saca la granola del horno y deja que se enfríe. Mientras esté caliente todavía, vas a ver que no se siente crocante… pero no te preocupes, que la textura final sólo la alcanza cuando llega a temperatura ambiente.
8. ¡Listo! Guárdala en un frasco de cierre hermético, y disfrútala mezclada con leche de almendras, con fruta, en un batido… o así solita, que queda tan rica que no necesita nada más. Yo me la llevo en un frasco pequeño cuando salgo de casa, para tener una merienda nutritiva, sabrosa y sin basura :-)
Facilísima de hacer, control total de los ingredientes que le pones (¡y que te comes!), cero colorantes y conservantes sospechosos, y nada de empaques voluminosos e innecesarios. Es una granola maravillosa, ¿o no?
¿Te gusta la granola? ¿Sueles prepararla en casa? ¿Qué piensas de las recetas flexibles, te motivan o te intimidan? ¡Te espero en los comentarios!
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